domingo, 25 de diciembre de 2011

Primeras p a l a b r a s

Martes 17 de marzo de 2009


Hoy ocupo un lugar en este espacio tan recorrido por otros, por ahora el único receptor soy yo, las ventanas y puertas aun están cerradas, la radio toca solo para mí.

Aquí hay un mundo que palpita por salir
y como ya lo sabes
soy un manojo de mil llaves...

¿Cual puerta abriré primero?

Respiro hondo mientras miro las letras del teclado...

sábado, 24 de diciembre de 2011

El Mar

El mar fue para mí, como un animal salvaje, podía quedarme horas en la orilla, escuchándolo rugir y viéndolo morder la arena furiosamente. Aunque no aprendí a nadar, había algo especial que me atraía, era como un embrujo, una relación ancestral.
La necesidad de volver a verlo me consumía, no importaba, si era verano o invierno, siempre lo dejaba acariciar mis pies sobre la blanda arena. Adoraba sentir el agua salada en mis labios, la arena rosándome la piel y el viento enredando mis cabellos...

viernes, 23 de diciembre de 2011

MARINA Y EL MAR

Mi nombre es Marina, mi familia me llamo de muchas maneras, marinita, marita, tita pero como los adultos lo complican todo, terminaron llamándome simplemente ita. A mí me gustaba mi nombre:

MARINA como el mar…

jueves, 22 de diciembre de 2011

La Orilla



Debo confesar que la orilla fue siempre mi lugar favorito, allí encontraba las conchitas, los caracoles marinos, las patas de cangrejo, las estrellas de mar y las hermosas plumas de pelícanos y gaviotas .Todas estas cosas eran para mí un hermoso tesoro que guardaba celosamente al llegar a casa.

Solía sentarme horas jugando en la arena, a veces con el inquieto muy-muy y otras persiguiendo a las escurridizas arañas de mar, hice mil intentos por alcanzar una, pero sin resultados, cientos de hoyitos profundos les servían de escondite.

Cuando las olas eran mansas, me aventuraba un poco más allá, donde el agua llegaba hasta mi cintura, allí estaban las machas y maruchas. En esa época habían gran cantidad, podías caminar por la arena y sentirlas bajo tus pies. Mi padre provisto de una red, se zambullía y escarbaba en la arena para extraerlas. El sabia que llegando a casa mi mamá le cocinaría un riquísimo arroz con machas y una sustanciosa sopa de muymuy.

Mientras jugaba con la espuma del mar y las conchitas que me regalaban las olas, podía ver a mi padre nadando mar adentro y un poco más allá, bajo su atenta mirada, estaba mi hermano flotando sobre una cámara de llanta de camión, previamente amarrada a una roca que le servía de ancla.

En las playas furiosas, las olas avanzaban hacia mi empujándome con fuerza, recuerdo a mi padre diciéndome: ¡Ponte de costado, si te colocas de frente... el mar te botará, coloca un pie adelante y el otro atrás, así cortaras la ola!.

Y como era de esperar a mi me daba miedo este tipo de playas, cuando la ola se retiraba, jalaba fuerte y se llevaba todo lo que podía, desde la orilla hacia sus entrañas. Así perdí algunos de mis juguetes, pero el mar me dejaba siempre algo a cambio, una conchita o un caracolito extraño. Lo que me parecía un excelente trueque.

Cuando caía la tarde y era la hora de regresar al hogar, veía con cierta tristeza como el mar desaparecía entre los cerros y las casas de la costa. Roja como un camarón sabía que esa noche, el dolor no me dejaría dormir, pero eso ya no importaba, rodajas de tomate me esperaban en casa para aliviar mis quemaduras.

El día había sido hermoso y lo recordaría por siempre.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El hogar



Mi casa era pequeña y la huerta enorme, en ella me perdía horas mirando insectos y explorando sus rincones en busca de aventuras. Una gran muralla de ladrillo cercaba toda la propiedad, por esa razón me gustaba subir a los arboles, era la única manera de sobrepasar los límites, poder ver esas tierras lejanas, misteriosas e inalcanzables para mí.

Heredaba la ropa de mi hermano, es decir usaba los polos de Superman, el increíble hulk y los pantalones jean que ya no le quedaban. Por esta razón mi aspecto no era muy femenino. Además, un vestido seria un obstáculo para trepar e inadecuado para jugar en la arena.

En las mañanas mi labor consistía en limpiar los corrales y darle de comer a los animales, que eventualmente fueron patos, conejos, cuyes, pollos y un hasta unos puercos llamado pichón y samantha.

Tuve muchos patos, demasiados diría yo, a veces volaban a las casas vecinas y terminaban formando parte del menú del día, nunca regresaban, por eso, les cortaban las plumas para que no escaparan. En el agua eran muy divertidos, eran buceadores natos y les gustaba cucharear con el pico el lodo y darse zambullidas. Era todo un espectáculo ver a la mama pato bañándose en el charco con sus patitos.

Cuando los patitos rompían el cascaron lo hacían poquito a poquito con el pico, a los más lentos les ayudaba a romper su cascaron, nacían húmedos y amarillos como la yema del huevo, Después podrías verlos dormiditos bajo las alas de su mama, otros más intrépidos dormían en su espalda.

Una vez llego a casa un Pato Pekín, no se parecía nada a mis patos, sus plumas irradiaban un brillo multicolor tornasolado, su cabeza era verde y tenía un collar blanco, era para mí un pato mágico, lamentablemente para los chinos es un delicioso platillo. Su imagen quedo guardada en mi memoria, algún día voy a tener uno de esos patos.

martes, 20 de diciembre de 2011

SEBASTIAN


Mi hermano se llamaba Sebastián, era un niño alto y delgado, sus cejas eran muy negras y cuando salía el sol las arrugaba tanto como su nariz.

El me enseño a trepar arboles, a bailar el trompo y cazar arañas, juntos construimos carritos y barcos de madera. Perforábamos el patio de tierra haciendo hoyitos para jugar a las bolitas, jugábamos a los espadachines y construimos muchos castillos de arena.

A Sebastián le gustaba hacer casas o covachas como nosotros le llamábamos, usaba maderas viejas, hojas de plátano, cualquier cosa era útil, siempre se las ingeniaba para armarlas. Pero había algo que él deseaba más que nada en el mundo; construir una casita en el árbol más grande de la casa, el árbol de lúcuma.

Un día mi padre trajo en su volquete media camionada de arena, este fue el regalo más maravilloso que pudimos recibir, fue nuestra arena, nuestro juguete más querido…(Gracias papa )
En ella, hacíamos huecos que llenábamos de agua, hasta que una espuma espesa emergía para hacernos creer que estábamos el sitio correcto, nuestra playa privada . Yo creaba gigantes de arena y Sebastián hacia caminos, cuevas y puentes vigilados atentamente por indios y soldados. Allí los carritos que nos regalo la abuela, encontraron el lugar ideal para hacer girar sus pequeñas ruedas.

Sebastián fue mi compañero de juegos hasta que traspaso los muros y encontró otros niños como él, después de ese momento su presencia se fue desvaneciendo, en estas circunstancias volqué mi mirada a la huerta y todo lo que habitaba allí.

lunes, 19 de diciembre de 2011

LA HUERTA




Hablar de la huerta, es detenerme en el tiempo, y no encontrar las palabras precisas para describirla. Cierro mis ojos y me desvanezco entre una avalancha de imágenes que invaden mi mente. Por un momento, mis pies vuelven a recorrer esa tierra húmeda y mis manos casi pueden tocar las hojas de sus árboles. La huerta fue mi hogar, mi escuela, mi refugio, y además un compañero de juegos entrañable, cuyas raíces aun están profundamente aferradas a mi memoria.

domingo, 18 de diciembre de 2011

El muro


El muro que cercaba la casa era de ladrillo rustico hecho a mano, en algunos de ellos aun podías observar las huellas digitales de sus trabajadores anónimos.
Muchas veces he recorrido todo su perímetro, estudiando cuidadosamente cada rendija y no existe rincón alguno que me sea ajeno. El fue el mudo testigo de mis niñerías, mi protector y carcelero, mi refugio y reclusorio, siempre presente... hasta en  mis sueños.

Yo tenía un pasatiempo peligroso que me atraía al muro...cazar a r a ñ a s.

Las arañas vivían ocultas entre las pequeñas grietas de mi muro, era fácil reconocer su escondite, ya que los restos de sus pequeñas victimas, evidenciaban su presencia.

Un día mientras escarbaba entre los ladrillos en busca de esos bichos, el concreto se desmorono y una pequeña luz emergió del otro lado. Me quede inmóvil, esa diminuta luz de pronto se convirtió en una antorcha que me quemaba el rostro.
Sabia que no era apropiado, que no debía, que era reprochable,... espiar, no, no. Pero, vasto solo un segundo de esa luz, para que la vocecita que habitaba en mi mente se quedara callada.
Así que la decisión ya estaba tomada, inspeccione nuevamente la grieta, era muy pequeña, no podía distinguir nada, solo esa luz, tan fina que me atormentaba.
Había que ponerse manos a la obra, pronto.
Provista de un pequeño clavo, intente abrir un agujero, fue una tarea de hormiga, poquito a poco, hasta que pude sacar un trocito de concreto. En ese momento mi corazón se detuvo y deje de respirar, una repentina descarga de éxtasis invadió mi cuerpo y en milésimas de segundos mi mente viajo hacia el otro lado, pero un grito proveniente de la casa me hizo volver.
En ese momento me di cuenta que el sol se había ocultado, los grillos chirriaban desesperadamente entre las rocas, era hora de partir. La oscuridad trae consigo a seres extraños ajenos a mí, ellos vienen a poseer el huerto, a llenarlo de una sombra espesa y fría.
Para mantener a salvo mi secreto, tape rápidamente la grieta con unas maderas y corrí hacia la casa, donde la vida no tiene sorpresas y un regaño me esperaba siempre.

sábado, 17 de diciembre de 2011

La Grieta


Al día siguiente me levante muy temprano, tenía que hacer mis deberes diarios, para no levantar sospechas; barrer el patio, regar, darle de comer a los patos. La grieta estaba allí y el otro mundo, me esperaba. ¿Cómo sería ese reino, que seres existirían?
La mañana se hizo larga, tenía que esperar que concluyera el almuerzo, solo así podría tener la libertad que necesitaba.
Pronto pude escabullirme, me encontraba frente al muro, mi respiración se aceleraba y mi corazón golpeaba mi pecho fuertemente, respire hondo y con cuidado quite las maderas que tapaban la grieta. Me arrodille, acomode mi cabello detrás de mis orejas, aproxime mi cara al muro muy lentamente, y lo que vi me dejo helada.

¡Un ojo!

Me asuste y caí sentada con las manos atrás, el ojo seguía allí mirándome. Me levante de un solo salto y salí corriendo hacia la casa. Una vez allí, fingí ver televisión, tratando de ordenar mis pensamientos.
¡Todo había salido mal!
Ahora era yo la que estaba siendo vigilada por ese cíclope, y lo peor de todo era que, ¡No había tapado la grieta! tenía que regresar lo más pronto posible.

Cuando por fin reuní el suficiente valor, me di cuenta que el manto de la noche había empezado a cubrir toda la huerta, la suma de mis miedos me dejaron inmóvil frente a la ventana con el recuerdo del ojo grabado en mi frente.

viernes, 16 de diciembre de 2011

El ojo



Esa noche soñé y soñé.

Sueño nº 1:

El sol brillaba con fuerza, yo estaba parada sobre un montón de tierra muerta. Frente a mí, podía ver el muro, en el muro la grieta, en la grieta el ojo.
Yo no podía moverme, mis pies estaban aferrados al polvo, quise gritar y el grito se quebró en mi garganta.
El ojo salió de la grieta lentamente, no me quitaba la mirada de encima, así se quedo durante un largo rato, examinándome meticulosamente. De pronto el ojo perdió su interés en mí y miro al cielo, este se había llenado de pequeños ojos que me miraban furiosamente.
Los ojos se miraron y dirigieron sus pupilas a mí, en ese momento sentí mucho dolor. ¡Mis ojos! ¿Acaso querían arrancármelos? los apreté con las manos, evitando así que estos saltaran de mi cara, corrí, hasta que me tropecé y caí al piso...y desperté.


Sueño nº2:

Una niña me llamaba a lo lejos, "ven, vamos a jugar", ella comenzó a reír y yo me aproxime,
¿Quién eres? Le dije.
"Adivina que es lo que tengo aquí" me dijo mientras me daba la espalda.
"Tienes que adivinar"
En ese momento me percate que traía una bolsita de tela amarrada a su cuello, la cual movía insistentemente.
"No es muy difícil" me dijo con un tono divertido, mientras se daba vuelta bruscamente, allí me di cuenta... ¡Sus ojos!, no estaban, ella rió y saco algo de su bolsa ¿Quieres jugar conmigo?
¡No, vete! le grite,
Entonces ella dejo de sonreír e hizo un puchero ¿tú no quieres jugar conmigo?
Me di vuelta y me aleje rápidamente
¡No te vayas! me gritaba a lo lejos
¡No te vayas! grito furiosa
¡Ven a jugar conmigo!

¡Ven a jugar conmigoooo!